En nuestra búsqueda del progreso rápido, a menudo se ha descuidado un aspecto fundamental: la sostenibilidad. El resultado es que las ciudades occidentales, construidas sobre la premisa de la inmediatez, se asfixian ahora bajo el peso de su propio pensamiento a corto plazo. Cada verano se asfixian un poco más, perdiendo su atractivo para sus habitantes en busca de confort y sentido. Para insuflar nueva vida a estos espacios urbanos, es imprescindible recurrir a la naturaleza. Pero esta reorientación plantea una cuestión crucial: ¿cómo conciliar la lentitud de la naturaleza con la necesidad de soluciones económicamente viables?
Fitorremediación: una elección virtuosa y económica
Es fácil pensar que los estudios de descontaminación son fiables porque lógicamente tienen en cuenta todas las soluciones existentes. Sin embargo, si damos un paso atrás, parecen obvias otras soluciones que tienen sentido y están a la altura de los numerosos retos climáticos y medioambientales de nuestro siglo. Todas ellas son métodos naturales, basados en la naturaleza. "Demasiado largo", pensarán algunos. "No son lo bastante viables económicamente", dirán otros. Pero estas soluciones naturales, aportadas por la propia naturaleza, tienen ahora el poder de dar sentido a un páramo contaminado que nadie quiere, ¡pero que la ciudad necesita!
El desarrollo industrial nos ha hecho olvidar que la naturaleza está bien diseñada. Y son precisamente las consecuencias de esta industrialización y del cambio climático las que nos recuerdan ahora que hay plantas que pueden absorber los contaminantes y eliminar así la polución de forma natural. La otra buena noticia es que plantar no es caro. De hecho, es una triple ganancia para :
La biodiversidad urbana, que también ayuda a combatir las islas de calor urbanas; la mejora de la calidad del aire y la gestión de las aguas pluviales. Recuerda que un suelo sano absorbe más carbono y filtra más agua.
Aprovechar el tiempo al máximo
"Las plantas son ideales, pero necesitan tiempo para actuar, y el tiempo es dinero... Tomarse más tiempo suele ser incompatible con las limitaciones y exigencias de un proyecto urbano". Son observaciones clásicas que hay que relativizar. Un polígono industrial contaminado no utilizado en la ciudad o cerca de ella es rápidamente objeto de inseguridad, insalubridad o incluso vertido ilegal. Una verruga que daña la imagen de la ciudad y la vida cotidiana de sus habitantes. Iniciar un proceso de descontaminación natural mediante la plantación de vegetación adecuada llevará sin duda más tiempo que el tratamiento tras la excavación. Pero eso no significa que no se obtengan beneficios hasta que el lugar esté completamente limpio. Por ejemplo, al devolver la vida al suelo, las plantas abren la puerta a otros usos temporales. Los terrenos baldíos, por ejemplo, son herramientas fantásticas para concienciar sobre la biodiversidad. Basta con crear un sendero educativo para descubrir determinadas plantas. Esto demuestra que el tiempo, a menudo percibido como un coste, puede convertirse en un activo si sabemos utilizarlo con sabiduría. Esto es aplicable no sólo a los baldíos, sino también a cualquier otro espacio urbano.
Recompensar los comportamientos sostenibles
El único inconveniente es que el principal obstáculo para la adopción de tales métodos reside en la actual estructura de incentivos económicos y reglamentarios. Reconozcámoslo, los contratistas no tienen ningún incentivo para encontrar soluciones más virtuosas y menos costosas. Esto se debe a que la mayoría de ellos cobran en función de un porcentaje del coste de la obra. Esta incoherencia requiere no sólo un cambio en las normas, sino también un cambio fundamental en la forma en que se organizan las licitaciones. Para fomentar la adopción de prácticas más respetuosas con el medio ambiente, todos los contratistas que favorezcan este tipo de enfoque deberían ser recompensados y no penalizados con una reducción de su remuneración.
Liberar el potencial del suelo urbano a través de la naturaleza
Muchos agentes públicos y privados disponen de terrenos sin utilizar en ciudades y pueblos que, lejos de ser simples espacios vacíos, tienen un considerable potencial medioambiental y económico. A menudo percibidos como una carga que hay que mantener, estos terrenos pueden transformarse en un valioso sumidero de carbono si se gestionan con sensatez. Una vez más, la clave está en adoptar soluciones basadas en la naturaleza. Seleccionando especies vegetales con un fuerte desarrollo radicular y aéreo, estos espacios pueden activar su capacidad de secuestro de carbono al tiempo que requieren un mantenimiento mínimo. Este enfoque no sólo reduce los costes de explotación, sino que también ofrece importantes cobeneficios a la ciudad desde el momento en que se lleva a cabo la plantación: lucha contra las islas de calor urbanas, mejora de la calidad del aire, aculturación social a favor de la biodiversidad, etc.
Este proceso es un ejemplo perfecto de cómo el largo plazo de la naturaleza puede integrarse armoniosamente en el tejido urbano para producir soluciones económicamente viables. Las plantas tardan en crecer, eso es un hecho. Pero si un proyecto está bien diseñado, es posible combinar intereses medioambientales y económicos. El ritmo de la naturaleza exige que los proyectos urbanos se diseñen de un modo que se aleje de planteamientos tradicionales como la construcción de carreteras o de hormigón. En este sentido, es esencial tener en cuenta las características específicas del suelo y el clima, incluida su evolución futura. Evidentemente, esto prolonga la fase de diseño. Por otro lado, la fase de implantación y aceptación será mucho más rápida. El resultado final es un proyecto más virtuoso desde el punto de vista social, medioambiental y económico.
Seguir el ciclo de la naturaleza abre nuevas posibilidades, pero sobre todo está en consonancia con la filosofía de la "Slow City", que pretende crear espacios urbanos en los que los residentes puedan tomarse el tiempo necesario para apreciar y experimentar plenamente su entorno. Un planteamiento que, naturalmente, implica que el propio diseño requiere tiempo. ¿Tiempo para qué? Tiempo para pensar de forma sostenible para ahorrar, para anticiparse a los usos del mañana para no tener que volver a invertir, para implantar espacios naturales adaptados a los contextos climáticos, pero también a la demanda general de los ciudadanos de dar a las ciudades la posibilidad de seguir siendo atractivas durante mucho tiempo.
Un enfoque ecosistémico rentable
El enfoque ecosistémico de la naturaleza y la ciudad está resultando no sólo rentable, sino también esencial para anticiparse y adaptarse a los retos futuros, en particular al cambio climático. Gracias al principio de selección genética, por ejemplo, ahora es posible elegir las plantas en función de su capacidad real de adaptación a una zona, pero también a su potencial de cambio climático. Esta selección permite a las plantas resistir mejor el paso del tiempo que ciertos materiales inertes, lo que abre la vía a un desarrollo urbano más adaptable y resistente. Esta noción de adaptación al cambio climático es muy nueva entre los promotores, y también implica que la planificación a largo plazo ya no debe verse como un obstáculo, sino como una oportunidad. Una toma de conciencia que dista mucho de ser colectiva. Así lo demuestran los proyectos del Gran París, que no fueron concebidos para adaptarse al cambio climático y que, frente a las previsiones, corren el riesgo de quedar rápidamente obsoletos, exigiendo nuevas inversiones a medio plazo. Una prueba más, por si hiciera falta, de que no es el ciclo largo de la naturaleza lo que representa un reto económico, sino la incapacidad de la humanidad para integrarlo eficazmente en sus planes de desarrollo urbano.
Es hora de replantearnos nuestro enfoque económico y normativo para fomentar el desarrollo de soluciones basadas en la naturaleza. Lejos de ser una carga económica, estos métodos son una sabia inversión en el futuro, que promete ciudades más resistentes, sanas y sostenibles. Al integrar el ciclo lento de la naturaleza en la planificación urbana, no sólo podemos responder a los retos medioambientales actuales, sino también crear espacios urbanos que sean lugares estupendos para vivir sin salir perdiendo económicamente.